Si me he referido al tiempo es porque el
escritor que yo empezaba a ser aprendía por fin a habitar los espacios
desiertos que el tiempo olvida. Comenzaba a vivir, por así decirlo, entre el
tic tac del reloj […]. Cuando el pasado ha muerto y el futuro está representado
sólo por el deseo y el temor, ¿qué ocurre con el instante casual imposible de
registrar pero también imposible de despreciar?
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