domingo, 23 de enero de 2011

Espacio - Juan Ramón Jiménez

Los dioses no tuvieron más sustancia
que la que yo tengo. Yo tengo, como ellos,
la sustancia de todo lo vivido
y de todo lo por vivir. No soy presente sólo,
sino fuga raudal de cabo a fin. Y lo que veo
a un lado y a otro, en esta fuga,
rosas, restos de alas, sombra y luz,
es sólo mío,
recuerdo y ansias míos, presentimiento, olvido.

¿Quién sabe más que yo, quién puede,
ha podido, podrá decirme a mí
qué es mi vida y mi muerte, qué no es?
Si hay quien lo sabe,
yo lo sé más que ése, y si lo ignora,
más que ése lo ignoro.




miércoles, 19 de enero de 2011

La noche americana - François Truffaut


"Ya sé que tienes vida privada, Alphonse,
pero esa siempre tiene sus altibajos.

Las películas son más armoniosas que la vida,
no hay ni embotellamientos ni tiempos muertos.
Las películas avanzan como trenes en la noche.

Las personas como tú y como yo estamos hechas
para ser felices en el trabajo, en nuestros trabajos de cine".


miércoles, 12 de enero de 2011

Troteras y danzaderas - Ramón Pérez de Ayala


Pero el ciego me hizo sentir el encanto del mar, que es de naturaleza femenina, captante, fascinadora, suave, suave… Los enamorados del mar parecen enamorados de una mujer, y parece que todos los que han vivido cerca del mar se enamoran. Es una mujer y una mala mujer. El ciego decía: «Yo siempre tuve miedo al mar, mucho miedo; pero no puedo vivir sin él. Vivo aquí porque estoy ciego y ya, para el caso, lo mismo da estar en una parte que en otra porque lo llevo dentro de mí». A veces, cuando habían regado las calles asfaltadas, el ciego decía: «Huele un poquiñín a mar». Él decía un poquiñín. Y cuando pasábamos cerca de una de esas señoras elegantes que llevan un perfume sin perfume, una cosa que huele a mañana, ¿me entiendes? entonces el ciego decía: «Huele a mar». ¡Cosa más rara! Yo creía, o me figuraba, que el ruido del mar era un ruido enorme, y así, un día, estando en los andenes del paseo de coches, le dije: «¿Es éste el ruido del mar?». Él se enfadó y contestó: «El mar no hace ruido, el mar tiene voz. Éste es un ruido que se coge con las manos». Y en cierta ocasión, estando sentados en Recoletos, pasó junto a nosotros un niño que arrastraba sobre la arena, a golpes, un cajoncito de madera. Dijo el ciego: «Ésa es la voz del mar. Son las últimas olas pequeñinas de la playa». Yo no caía al principio en la cuenta, porque apenas sí se oía el ruido del cajoncito. Y como yo me asombrase, el ciego añadió: «Siempre es esto, pero en grande».

martes, 11 de enero de 2011

Elogio del amor - Jean-Luc Godard


Estoy pensando en algo.
Cuando pienso en algo,
de hecho,
estoy pensando en algo más.
Solo puedes pensar en algo
si piensas en algo más.
Por ejemplo,
veo un paisaje que es nuevo para mí.
Pero es nuevo para mí
porque yo mentalmente lo comparo
con otro paisaje,
uno más antiguo,
uno que conocía.

lunes, 10 de enero de 2011

El don de la ebriedad - Claudio Rodríguez



Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.