Caminamos sobre filamentos delicados que beben ávidamente el pasado y el
futuro, y todas las cosas se derriten en música y en tristeza; caminamos contra
un mundo unido, afirmando nuestra división. Todas las cosas, cuando caminamos,
se dividen con nosotros en miríadas de fragmentos iridiscentes. La gran
fragmentación de la madurez. El gran cambio. En la juventud éramos un todo y el
terror y el dolor del mundo penetraban en nosotros total y enteramente. […]
Después llega un tiempo en el que todo parece al revés. Vivimos en la
mente, en ideas, en fragmentos. Ya no bebemos la salvaje música exterior de la
calle… la recordamos solamente. Como maniáticos revivimos el drama de la
juventud. […]
Mientras allá, en el puente de Brooklyn, un hombre espera en agonía, para
saltar, o para escribir un poema, o para que la sangre deje al fin sus arterias
porque, si da un solo paso, el dolor del amor lo matará.